Charlotte abrió la puerta del laboratorio y salió con cautela Estaba encantada de estar «viva» El gesto malhumorado tan propio de Scarlet aparecía ahora atenuado, transformado en una amplia sonrisa los estudiantes la miraban dos veces mientras ella se dedicaba a repartir besos la metamorfosis no sólo se plasmaba en su actitud; el cuerpo de Scarlet también había empezado a adoptar un aspecto y una forma de moverse diferentes, hasta su comportamiento —vaya por Dios— se tornó más femenino. A Charlotte le pareció que era mucho más fácil alojarse en Scarlet que en Petula. A pesar de la segunda oportunidad que tan generosamente le proporcionaba Scarlet, Charlotte no estaba del todo convencida de su plan. Por que ese era el plan b Aquéllos no eran el cuerpo, el pelo, la ropa, el aspecto que buscaba y menos aún eran rasgos que la mayoría de chicos, y menos Damen Además, la posesión era temporal y no iba a ser nada fácil conseguir que un chico dejara a su novia de revista para irse con su gótica hermana pequeña. Damen había acudido al rescate de Scarlet en el incidente de la ducha. Y eso ya era algo para empezar., Charlotte empezó a sentir cierto sentimiento de gratitud. ¿Quién era ella, después de todo, para criticar el atractivo de Scarlet en modo alguno?
Se dirigió a las puertas traseras y de ahí al campo de fútbol.
* * * *
Scarlet también se divertía. al atravesar el techo flotando y acceder con sorprendente facilidad al angosto espacio superior, vagó s durante un rato hasta que escuchó la voz de su arrogante profesor de Literatura en el aula de abajo. El profesor Nemchickel humillaba a los estudiantes envés de enseñarles. Scarlet no podía dejar pasar la oportunidad de fastidiarle, fuera un poquito. Nemchick Cuando se volvió hacia la clase para iniciar el debate, Scarlet lo escrito para que pudiera leerse «Truman Capote» y «Homo». La clase estalló en carcajadas, y Nemchick, se quedó allí plantado, totalmente humillado Scarlet atravesó una pared y se coló en la clase de Salud Personal contigua, donde dos jugadores de fútbol, Bruce y Justin, se burlaban de Minnie, una chica tímida que se sentaba junto a ellos. Scarlet garabateó febrilmente una nota en un pedazo de papel y se lo embutió a Bruce en la mano, a todas luces a la vista de la profesora.
La profesora arrancó la nota de los dedos de Bruce y procedió a leerla en alto a toda la clase.
—«Justin, me encanta meter…» —la prolesora Bilitski hizo una pausa, reacia a continuar.
—En esta clase siempre hemos seguido la política de «si pasas una nota y te pillan, se lee en alto a toda la clase» —
—«… me encanta meter las manos entre tus piernas robustas, calientes y sudorosas cuando me entregas la pelota. Luego saboreo tu olor en mis manos hasta el momento en que volvemos a encontrarnos. Nos vemos esta noche después del entrenamiento. Con cariño, tu colega, Justin».
—Quizá os interese ahondar en el tema «La represión del impulso homosexual entre atletas de instituto» ¿qué os parece? —preguntó la profesora.
—Sal, sal, sal de donde estés —la débil voz de Minnie resonó. Scarlet rió de satisfacción, estiró el brazo para un choque de manos no correspondido con Minnie y se puso en marcha.
Entonces puso rumbo a los servicios, la siguiente ruta de venganza. Sobre la encimera del lavabo reposaba un café, que pertenecía a la chica que ocupaba uno de los retretes. Scarlet se asomó por debajo de la puerta y se encontró con la chica que siempre la elegía la última en clase de Gimnasia.
Scarlet se dirigió al retrete contiguo, que estaba desocupado, y cogió un pelo del asiento. Se acercó hasta el café de la chica y lo dejó caer.
* * * *
Era un día perfecto para fútbol. Había grupos de chicos por todas las esquinas del complejo haciendo ejercicios de calentamiento.
Charlotte recorrió la parte exterior de la pista de atletismo y encontró un tranquilo rincón debajo de una grada apartada, extendió la manta a cuadros que había embutido en la mochila de Scarlet y esperó a Damen. le dio una y mil vueltas a cómo colocar la manta.
Finalmente decidió dejar la manta Charlotte se acomodó muy despacio sobre las rodillas en el momento mismo en que Damen bajaba por las gradas que se cernían sobre ella.
Estiró el brazo a través del hueco y le agarró la pierna.
—Pero ¿qué…? —gritó Damen
Bajó la vista, vio que Scarlet y se relajó.
—Casi me matas del susto —dijo, a la vez que saltaba al suelo y se agachaba para meterse bajo
—Vaya, no se me había ocurrido —dijo Charlotte,
— ¿Cómo? —contestó Damen sin prestar demasiada atención.
Ella le comento del examen que el tenia y se disculpo por asustarlo
—Empecemos entonces —señaló Charlotte, adoptando un aire muy profesional—. Yo seré tu tutora de Física.
—Ya, ¿estás de broma, verdad? —dijo Damen—. Vamos, lo digo porque ya nos conocemos..
—Sí, claro, por supuesto —respondió Charlotte—. Petula, la ducha, etcétera.
—Sí… —dijo Damen, convencido de que aquélla era la forma que ella tenía de admitir que lo de la tutoría no era sino una broma.
—¿Qué tal si empezamos desde el principio y nos dejamos de formalismos? —preguntó Damen educadamente. La agarró de los brazos y, aplicando una levísima presión, la obligó a sentarse en la manta. La suavidad y firmeza del gesto dejaron a Charlotte completamente atontada. Damen se dejó caer después que ella—. Bonita manta. Creía que te traerías una toalla negra —dijo Damen, ensayando un chiste
—Ah… La toalla negra del baño… —dijo soltando una carcajada demasiado estrepitosa.
Damen y abrió su libro.
—Empecemos —dijo ella, señalando la pegatina.
—Seguro que piensas que soy idiota perdido —
—Qué va —se apiadó Charlotte.
—Es como raro que me dé clase la hermana pequeña de mi novia —dijo mientras miraba de reojo entre los huecos de las gradas a Petula, vestida de animadora,—. ¿Qué te parece si mantenemos esto en secreto, ya sabes, sólo entre tú y yo?
—Todo lo que hagamos será estrictamente confidencial… —dijo ella dejando una puerta abierta a, bueno, a que se cumplieran sus sueños más salvajes—.
Concluidos los formalismos, Charlotte y Damen se pusieron a ello. Charlotte empezó la clase con soltura y seriedad..
Damen estaba inquieto y al cabo de un rato, con los ojos ya vidriosos, empezó a pasear la mirada de aquí para allá. Consciente de que el chico necesitaba hacer una pausa, Charlotte levantó la mirada para ver qué le estaba distrayendo. Cómo no, eran las pruebas para animadora, que ya habían empezado en el campo de fútbol.
—¿Sabes qué? Estaba pensando en presentarme a las pruebas —espetó Charlotte,
—Sí, seguro. Ni muerta te presentarías tú a las pruebas de animadora—
Sin palabra, Charlotte cerró el libro y echó a andar hacia el campo de fútbol. Damen se quedó paralizado al principio, pero enseguida se echó a reír, pensando que era una broma
Las Wendys supervisaban las pruebas cotejando los nombres de la lista con los carnés del instituto
Desde las gradas, Damen cuando vio a Charlotte-convertida-en-Scarlet situarse a un extremo de la fila. Allí plantada junto a las futuras Miss Jovencita de EE.UU., resultaba más gótica y fuera de lugar que nunca.
Charlotte se arrancó parte de la falda de Scarlet y rasgó la tela, con la cuchilla de un solo filo que Scarlet siempre llevaba para hacerse unos pompones. La idea era sin duda innovadora. Las demás chicas de la fila eran indistinguibles, rigurosamente uniformadas
Las Wendys vieron a Charlotte cuando se aproximaban al final de la fila. Ambas conscientes de que era una oportunidad única para humillarla de una vez por todas.
—Anda, mira —dijo Wendy Thomas con una risita—. Satán tiene espíritu.
Las dos amigas escondieron las uñas y se volvieron hacia las candidatas.
—¿Alguna está con la regla? —preguntó Wendy Anderson.
—¡No! —chillaron a coro las chicas estallando en risitas.
—¿No? Vaya, pues lo siento, Gotiquita, nada de sangre por aquí—dijo Wendy Thomas con fingida desilusión.
—Vengo a hacer la prueba —dijo Charlotte
Las Wendys le dieron la espalda a Charlotte para discutir sobre cuál sería su siguiente paso o «corte».
—No sé qué es lo que intenta, pero vamos a darle cancha para que se cave su propia tumba —susurró Wendy Anderson.
Las chicas se volvieron hacia Charlotte y emitieron su veredicto.
—Tenemos hueco para una más, ¿verdad que sí, Wendy? —dijo Wendy Thomas con voz burlona.
—Pues sí, Wendy, así es —asintió Wendy Anderson.
—No sé a qué has venido, pero sí que vas a desear no haberlo hecho —dijo Wendy Thomas.
—Vengo a animar —declaró Charlotte
—Pues bienvenida a… tu funeral —se mofó Wendy Anderson, garabateó un número y se lo tendió de mala manera.
Charlotte se prendió orgullosa el número: 666.
Damen las miró preguntándose qué guardaban las Wendys bajo sus mangas, y en ese momento Petula se adentró en el campo.
—¿Qué narices hace su jodido y apestoso culo virgen contaminando mi campo de fútbol? —gruñó Petula al aproximarse.
* * * *
Scarlet se lo estaba pasando muy vien y se dirigió a la sala de profesores, sin
—De modo que éste es su habitat —se dijo mientras contemplaba a los profesores almorzando y charlando .
Vio que jugueteaban debajo de una mesa; unos calzados con tacones y los otros con unas recias botas negras. Eran dos mujeres,
—¡Lo sabía! —exclamó Scarlet, entusiasmada.
Una de las profesoras, sintiendo un escalofrío, se acercó a la ventana y miró a través de Scarlet hacia el campo de fútbol. Scarlet, empezó a ponerse nerviosa.
—¡Ay, Dios! —chilló la profesora, y se inclinó aún más hacia la ventana, sus ojos prácticamente contra los de Scarlet.
Scarlet se bajó de un salto de la repisa y huyó a un rincón.
La profesora abrió la ventana y llamó a los demás Los profesores acudieron raudos, y finalmente Scarlet hizo tres cuartos de lo mismo.
—Pero ¡¿qué narices?! —chilló ésta, al lado de los profesores, espantada por lo que estaban viendo sus ojos.
—Eso no es muy gótico que digamos, ¿eh? —dijo la señorita Pearl, una de las profesoras mientras Charlotte, en plena prueba, saltaba, giraba y hacía piruetas sin el menor esfuerzo, con una habilidad e ímpetu desconocidos para los profesores y Petula. Damen, entre tanto, observaba boquiabiertos.
¡A GANAR!
Sí, Sí…
Charlotte, deletreando la palabra y marcando cada letra con una patada o un salto.
—¿Se puede saber qué narices estás haciendo? — chilló Scarlet. Ella se lanzó en picado hacia Charlotte, a poner fin a la humillación pública a la que ella —bueno, o su cuerpo al menos— estaba siendo sometida. Charlotte estaba que se salía y siguió cantando.
¡A GANAR!
¡Sí, Sí!
¡ESTE PARTIDO LO VAMOS A…!
Aterrada por la idea de lo que pudiera venir Scarlet decidió actuar. Se empotró en Charlotte, expulsándola de su cuerpo y dejándola suspendida en el aire. Una vez con los pies en tierra de nuevo, Scarlet recuperó el control de su cuerpo y acabó la cantinela a su manera.
—¡J*O*D*E*R*!—espetó a la vez que clavaba la pirueta, todo un logro para una animadora en ciernes.
Las demás animadoras, sintiéndose amenazadas, se agruparon rápidamente para una respuesta se colocaron en formación de animación, frente a Scarlet.
Tres de ellas dieron un paso adelante —Petula y las Wendys— para arrancar con la réplica. Aunque la superaban en número, Scarlet estaba preparada.
¡TÚ DE ESO, NADA DE NADA,
NOSOTRAS AL MENOS TENEMOS BUENA CARA!
¡NI ESTAMOS A DOS VELAS,
NI EL SOL NOS DA LA ESPALDA.'
Scarlet, que la miraba y escuchaba impertérrita, respondió
¿VOSOTRAS A DOS VELAS?
¡PUES CLARO QUE NO!
¡TENÉIS CITA GRATIS
EN PLANIFICACIÓN!
Wendy Anderson era la siguiente. Hizo un puente hacia atrás y empezó:
QUE MAS QUISIERAS TÚ,
QUE ALGÚN TÍO TE HICIERA CASO…
Antes de que Wendy pudiera declamar el resto Scarlet la interrumpió.
¡AL MENOS NO ME AGOBIO
SI LA REGLA VIENE CON RETRASO!
—Oh, no —se quejó Charlotte, que veía cómo sus esperanzas de impresionar a Damen y ganarse la aceptación de Petula se esfumaban tan deprisa como el ego de las Wendys.
Era el turno de Petula. En lugar de esgrimir una rima, Petula agarró a las Wendys y se pusieron a cantar. Una pegadiza canción, retorcida y vil, que hirió a Scarlet como sólo una hermana puede herir.
SI ERES UNA APESTADA, Y LO SABES
CÓRTATE LAS VENAS.
SI ESTÁS DEPRIMIDA, Y LO SABES,
CORTATE LAS VENAS.
Sl TE MUERES POR QUE TE HAGAN CASO,
O TU VIDA ES UN FRACASO.
¡SI ERES UNA APESTADA, Y LO SABES,
CORTATE LAS VENAS!
Scarlet saltó a escena, pasó junto a las Wendys con desdén, y se fue a por la Zorra Reina, su hermana, Petula.
¡EL PRÓXIMO OTOÑO,
GORDA, SEBOSA Y SIN SOLUCIÓN,
BUSCARÁS AL PADRE DE TU RETOÑO
EN UN PROGRAMA DE TELEVISIÓN.
Scarlet no había más que empezar cuando Charlotte trató de meterse en su cuerpo una vez más. Porque quería echarle una mano a su amiga —¿Qué haces? —le preguntó Charlotte, desesperada—. Vas a estropearlo todo.—¿Quién? ¿Yo? —la atajó Scarlet—. ¡Oye, que no soy yo quien hace méritos para entrar en las Paraolimpiadas! El forcejeo entre los dos espíritus lanzó el cuerpo de Scarlet hacia el cielo volteándolo de aquí para allá en una danza de Tigre y Dragón . Mientras las chicas botaban, se retorcían y giraban más todo lo que se alcanzaba a ver era un remolino de brazos La muchedumbre se volvió loca con aquella apoteosis sobrenatural. El espectáculo llegó a su dramático fin con Scarlet recuperando el control de su cuerpo y Charlotte tirada en el suelo, decepcionada.
—Tiene unas aptitudes innegables —dijo una candidata en el corro de emergencia. —Bueno, es que es mi hermana —dijo Petula,
No sin cierto recelo, las animadoras llegaron a un acuerdo y se acercaron a Scarlet. —Lo hemos discutido y… bueno… ya eres una Halcón de Hawthorne —dijo Petula de mala gana. —Y esta noche hay fiesta de pijamas en casa de Petula… bueno, en tu casa, S.P.A. —dijo Wendy Anderson. —¿S.P.A.? —preguntó Scarlet, escéptica —Sólo Para Animadoras —dijo Wendy Thomas. —Ahora eres una de las nuestras —dijeron las Wendys Scarlet hizo su «paseíllo de la deshonra» y salió del campo de fútbol completamente estupefacta. —Soy una animadora —dijo Charlotte, su forma espectral. Permaneció allí hasta que hubieron concluido las pruebas, pensando que por fin estaba «dentro», y observó cómo Scarlet salía del campo y casi pasaba de largo junto a Damen. —¿Cómo lo has hecho? —susurró Damen —Demasiados años de energía reprimida —contestó Scarlet, inexpresiva, a la vez que reparaba en la manta y todo el montaje, y deseaba que todo fuera una pesadilla.